conciencia. 1. Los términos conciencia y consciencia no son intercambiables en todas sus acepciones. Así, en sentido moral, como ‘capacidad de distinguir entre el bien y el mal’, solo se usa la forma conciencia: «Mi conciencia fue la más cruel de mis jueces... ¡nunca me perdonó!» (Olivera Enfermera [Méx. 1991]). Con este sentido forma parte de numerosas locuciones, como tener mala conciencia, remorderle [a alguien] la conciencia, no tener conciencia (‘no tener escrúpulos’), tener cargo de conciencia, etc. En el sentido general de ‘percepción, conocimiento’, se usan ambas formas, aunque normalmente se prefiere la grafía más simple: «Tengo conciencia de mis limitaciones» (Ocampo Cornelia [Arg. 1988]); «Estas inclinaciones no venían refrenadas por los dictados de la religión, la conciencia cívica ni la cultura» (Mendoza Ciudad [Esp. 1986]); «Las religiones han sido socavadas por la conciencia de que son meros mecanismos para la supervivencia» (Aguilera Hombre [Esp. 1995]). Es errónea la forma *concencia, usada a veces en el nivel popular: *«Aquel médico tenía más hechuras y maneras que concencia» (Sender Réquiem [Esp. 1953]).

2. El adjetivo correspondiente, en todos los casos, es consciente, y su antónimo, inconsciente. No son correctas las formas *conciente ni *inconciente. El adjetivo consciente se construye con el verbo ser cuando significa ‘saber, tener conciencia de algo’: «El técnico es consciente de que Bolivia arriesga ante Argentina gran parte de sus chances para clasificar» (Clarín [Arg.] 2.4.97). No obstante, en Hispanoamérica se utiliza con frecuencia en este caso el verbo estar: «Está consciente de que tendrá que trabajar duro» (Caras [Chile] 29.9.97). Como se ve por los ejemplos, este adjetivo se construye con la preposición de. Si lo que sigue a la preposición es una oración precedida de la conjunción que, no debe omitirse esta queísmo). Se construye con el verbo estar cuando significa ‘que no se ha perdido el conocimiento’: «Su vida no corre peligro y está consciente, según el parte médico» (Vanguardia [Esp.] 2.6.95).

3. El verbo correspondiente a esta familia (‘hacer que alguien sea consciente de algo’) es, en España, concienciar, que se conjuga, en cuanto al acento, como anunciar (® apéndice 1, n.º 4): «Se conciencia a los padres del estado de su hijo, para que el seguimiento sea más eficaz» (Mundo [Esp.] 3.7.97); en América es concientizar: «¡Aquí necesitamos gente como ustedes para concientizar al pueblo!» (Palencia Camino [Ven. 1989]). Esta última forma la usó en España Unamuno, pero no como sinónimo de concienciar, sino con el sentido filosófico particular de ‘hacerse conciencia, espiritualizarse’: «La obra de la caridad, del amor a Dios, es tratar de libertarle de la materia bruta, tratar de espiritualizarlo, concientizarlo, o universalizarlo todo» (Unamuno Sentimiento [Esp. 1913]). Los sustantivos que designan la ‘acción de concienciar o concientizar’ son, respectivamente, concienciación y concientización.

4. Mala conciencia. El uso de esta locución, calco del francés mauvaise conscience o del ingl. bad conscience (‘sentimiento de no obrar correctamente’), está ya perfectamente asentado en nuestro idioma y no debe censurarse: «Más de una vez siento la mala conciencia de no trabajar tanto como debiera» (Laín Descargo [Esp. 1976]); «Ya no podían seguir soportando el asedio de la mala conciencia» (Allende Eva [Chile 1987]).